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Triacastela-Barbadelo (24/04/2011)

26/04/2011

Por lo general, procuro describir en este blog anécdotas divertidas, historias curiosas, acontecimientos del día… normalmente, con un tono jocoso, alegre y optimista. Pero, como no es de extrañar, también suceden otras cosas que ponen los nervios de punta.

He observado, según vamos acercándonos a Santiago, que el Camino o peregrinaje se convierte, a medida que vas ganando kilómetros, en un negocio muy rentable.

El hospitalero (de hospitalario) deja paso al empresario (money, money). Ahora cuando llegas a cualquier lado con un problema es TU problema, no corren a buscar soluciones ni te ofrecen alternativas (como antes), ni siquiera, en muchas ocasiones, son simpáticos. NO significa NO, y utilizar los baños SIEMPRE cuesta dinero (la friolera de 5 euros).

Poner una lavadora y una secadora te puede salir por 8 euros. Pero es más, cuando reservas cama, aunque hayas soltado entre 70 y 80 euros por 7-8 personas, te agobian para que comas en su restaurante, te vigilan lo que haces o no haces y, sobre todo, si pueden sacarte más dinero ten por seguro que lo intentarán. Nada de utilizar la electricidad o coger agua para los animales. Nooo… No como antes, que eran mucho más hospitalarios, en la mayoría de los casos.

En Barbadelo no pudimos reservar cama (lo que, por contra, me parece normal) y nos dejaron utilizar los baños (menos mal, porque no siempre hay un buen recodo que sirva al mismo fin 😉 ).

Pero lo que sí ocurrió es que apareció un tipo que ni se presentó, ni dijo quién era, ni un «buenas tardes», ni nada. Y de repente empieza a pegarme voces diciendo que quién nos había dado permiso para estar allí, que hacíamos lo que nos daba la gana, que nos iba a denunciar si le pasaba algo a los árboles y un largo etcétera.

Yo intentaba explicarle: «Mire usted, somos tal y cual, hemos preguntado a fulanito y menganito…» Cuando me cansé del tono que el tipejo ése utilizaba conmigo, le espeté: «A mí me habla usted bien», por no decirle: «¡Déjeme en paz, viejo maleducado!».

Porque todo en esta vida puede hacerse de muchas maneras, pero la correcta siempre es con educación. Porque pueden venir y decirme que estamos mal aparcados, que estamos molestando, que tenemos que irnos de allí… pero con educación, de buenas formas, con una sonrisa y un poquito de simpatía. Ahora, faltando al respeto ni mijita.

A veces me pregunto: Si la gente no es capaz ni siquiera de tratarse bien los unos a los otros, ¿cómo van a tratar bien a los animales? O quizás la pregunta sea al revés. No se sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina, pero lo que está claro es una cosa:  Así, no vamos bien.

Dicen que cuando llegas a la Catedral de Santiago, en muchas ocasiones, te acercas al primero que pillas, a cualquier desconocido, y puedes abrazarte y llorar como si fueras «Marco», reencontrando a su madre.

Ojalá todo el mundo pudiera pasar 42 días de viaje, con sus días y sus noches, con sus dificultades e inconvenientes, y sentir la grandeza que hay detrás de la amabilidad de un extraño.

Cristina Gómez.

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